Al invertir en una joya, es esencial considerar la calidad del metal que la compone. Las piezas elaboradas en oro de 18 kilates (18k) representan una opción equilibrada y altamente recomendada en la joyería fina.
¿Por qué? Porque el oro puro (24k) es demasiado blando para uso cotidiano, reservándose principalmente para lingotes e inversión monetaria. En cambio, el oro 18k contiene 75% de oro puro combinado con otros metales que aportan resistencia y durabilidad, conservando su belleza y brillo a lo largo del tiempo.
Una joya de oro 18k es, por lo tanto, una inversión que trasciende lo estético: es duradera, resistente y conserva un alto valor en el mercado. Además, al ser una aleación equilibrada, mantiene la pureza necesaria para evitar reacciones alérgicas y garantizar comodidad absoluta en contacto con la piel.
Elegir oro de 18k no es solo apostar por calidad; es seleccionar un legado que mantendrá su valor emocional y económico con el paso del tiempo.